lunes, 13 de abril de 2009

Yo me discrimino

Se señala al diferente. Es natural.
Si vemos a una persona muy alta, nos llama la atención. Es persona es muy alta entre nosotros, entre los seres comunes de nuestro acostumbrado ámbito vital. En otro lugar, esa persona tan alta no llamaría la atención de nadie, por el simple hecho de que allí, todos miden más o menos lo mismo.
En nuestra sociedad, sería insólito que un grupo de personas señalara, mofándose, su altura. No lo sería tanto si fuera muy baja. Sería el enano, objeto de mofa en determinadas circunstancias. Y se sentirían bien con la burla, el insulto o el golpe, parientes entre sí, aquéllos que creen que unos centímetros más de altura son una virtud, y que son mejores por ello. Y cuántos son los centímetros necesarios no es cuestión de duda: más que los del enano. Entonces podríamos ver, hipotéticamente, a un grupo de incapaces reírse de Napoleón Bonaparte. Claro que la burla terminaría al saber que están frente al Emperador de Francia, con gran poder en sus manos. La risa se tranformaría en sumisión.
Discriminamos al débil.
Mientras la víctima está sola, el grupo es pequeño, no posee dinero, nos apoya el consenso, la fuerza pública, el aparato legal, el poder mediático, somos mejores, merecemos más. El otro es ínfimo, molesta su presencia, es sospechoso automático y origen de todos los males si podemos.
Al decir que el otro es diferente, me convierto en diferente yo también. Soy diferente a ese objeto de rechazo.
El cartonero ensucia con su sola presencia y hasta hay quien habla de matarlo y nadie lo acusa de apología del crimen. Tiene el consenso social para expresar barbaridades.
Soy diferente al diferente y me discrimino discriminando.
Si mi grupo social, mi color o mi bolsillo me hacen diferente, estoy aceptando que hay otro grupo social, color o bolsillo que hace diferente a otros. Y no tomo en cuenta que ese otro grupo me puede estar mirando como inferior.
Desde el momento en que nadie está absolutamente abajo o absolutamente arriba de nadie, siempre estamos entre dos escalas sociales. Entonces si acepto discriminar al de "abajo", estoy aceptando esa misma actitud de los de "arriba". Si no podemos rechazar la discriminación por la elevación de nuestras conciencias, por lo menos hagámoslo por conveniencia.
Un caso llamativo es el de los boliches: una larga fila en la puerta, esperando pacientemente que unos señores, sin otro mérito que el tamaño de sus músculos, determine si soy digno de entrar o no. Aunque pago la entrada, aunque adentro me venderán cuanto tóxico exista a precios caros, aunque luego pierda parte de mi capacidad auditiva. Me someteré a la humillación, con la esperanza de ser aceptado aunque termine medio enfermo. Eso sí, lamentaré luego la paliza recibida de cuatro descerebrados, si puedo.
Habré elegido todo eso para sentir que yo puedo entrar y "esos", no.

2 comentarios:

  1. La discriminación nace con la humanidad. Luchas entre razas diferentes, pueblos diferentes. Con la evolución no ha cambiado. Naturalmente los niños discriminan, se les reprenda o no. Se les de el ejemplo o no. Porque si no lo hacen en casa, tienen sobradas razones para hacerlo socialmente: en el colegio, en la calle... el poderoso se ríe del débil y obtiene adeptos. El llamado "popular" que es el líder natural porque se burla o mofa de los "nerds", que son gordos, con anteojos, bajos, nariz aguileña, estudiosos, inteligentes pero no agradables a la vista, los de color de piel más oscura, los de las zapatillas rotas y así una lista sin fin.
    Entonces, ¿cómo detener ésto en la infancia?, es tarea difícil y sigue creciendo a medida que los años avanzan. Hay discriminación laboral, racial, política, física, intelectual, económica. Todos somos partícipes de la misma. Rechazamos lo que nos produce "mal aspecto", la "diferencia", lo que no consideramos normal dentro de los cánones aceptados socialmente o que no está al mismo nivel que nosotros como lo es la diferencia socio-económica por ejemplo, que es una de las más comunes y visibles. Entiendo que hay que "no sentir" discriminación para comenzar a erradicarla. Defender al discriminado, dar las razones, enseñar. Empieza por casa, por uno mismo y después los que nos rodean. Pero eso lo hacen los que han sufrido algún tipo de discriminación, porque han calzado las zapatillas del dolor. También puede llevar al resentimiento, porque el dolor santifica (es un decir) o resiente.
    Expreso ésto porque veo lo que se produce en la entrada de los boliches, que es la más común. También caminando por la calle y siendo un poco observadora hay hasta miradas de discriminación.
    Tiendo a defender con uñas y dientes por el hech o de haber pertenecido al bando de los discriminados en mi niñez y adolescencia. Es natural sentir rechazo por el que discrimina, que lamentablemente lo hacen hasta con la vejez, como si no fueran a llegar a la misma algún día como todos.
    Pero observo con mucho pesar que nunca va a desaparecer, que no aporto ningún grano de arena para impedirlo. Por lo que concluyo que viene impreso con el ser humano y, a su vez, tengo la gran esperanza de no ser la única persona en este mundo que piensa así. La "no discriminación" he aprendido que es un aprendizaje (valga la redundancia)y valga para todos los que están en contra de la misma.

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  2. Discriminar es un hecho, no se piensa, no se dice, es un ACTO.

    Es imposible erradicarla, como también absurdo pretenderlo. ¿Por qué? Porque la discriminación, en sí, no es un problema. El problema está cuando el ser humano le da una connotación negativa, ofensiva y excluyente.

    El hecho de que en el colectivo existan asientos exclusivos o con prioridad para discapacitados y embarazadas, también es discriminación, pero es un caso de DISCRIMINACIÓN POSITIVA.
    Lo que pasa es que siempre que se trata el tema de la discriminación, se lo aborda desde el lado negativo (cosa en que sí coincido que debe trabajarse para eliminar), sin tener en cuenta que la discriminación es un concepto que abarca algo mucho más complejo.

    Igualdad no quiere decir que seamos todos iguales, sino que debemos ser tratados igual ante la ley.
    Las diferencias existen, y son las que hacen que el mundo sea mundo. Sino, todo carecería de sentido, de gracia, de esencia. ¿Se imaginan un mundo donde todos seamos iguales? Yo no. Yo canto al ritmo de Ska-p: MULTIRRACIAL! MULTICULTURAL! (8)
    El problema está cuando el ser humano se basa en esas diferencias para establecer un complejo de superioridad por sobre un grupo determinado y distinto, claro. Ahí está el problema de la discriminación. Y es allí donde considero que se debe trabajar más profundamente.

    Un claro concepto discriminatorio: LA NORMALIDAD.
    ¿Qué es lo normal? ¿A qué consideramos normal?
    Como bien dijo mi profesora de Filosofía: lo que llamamos normal es el reflejo de nuestra misma persona.
    Si una persona no se viste como yo, no escucha la misma música que yo, no lee las mismas cosas que yo, entonces esa persona es "anormal".
    "¿Cómo un adolescente va a leer sobre política y filosofía, en lugar de leer cosas sobre sexo? Tremenda anormalidad!"

    ¿Qué hacer? Me parece que el repudio, en especial verbalmente violento, no es la solución. La discriminación la llevamos dentro, la tenemos incorporada, muchas veces es INCONSCIENTE.
    Por eso, creo que la mejor opción es hacer dar cuenta, no despreciar al que discrimina. Sino, inevitablemente, caeríamos en la paradoja del tipo: "Mate a un Nazi", contradicción ética que me parece más aberrante que el mensaje en sí.

    El artículo fundador de "Mi Mundo" fue casualmente el que habla sobre la discriminación.

    Luis, te invito a visitarlo si es de tu interés en: http://el-mundo-de-anahi.blogspot.com/2009/09/la-discriminacion.html

    Excelente tu post, te felicito.

    Saludos.

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