domingo, 2 de mayo de 2010

Nostradamus

Se cuenta que fue hallado a las puertas de Notre Dame de París, abandonado. De allí el apellido de Nostradamus, Nuestra Señora. Se dedicó a varios oficios, entre ellos el de profeta. Se olvida que también fue médico notable. Profetizó para Catalina de Médicis con precisión asombrosa y eso le valió su protección ante la Santa Inquisición. Los demás datos de su escasa biografía son bien sabidos a través de innumerables libros y también películas.
El caso es que se habla mucho no solo de él, desde creo 1998, en que el fin del mundo se hizo tema remanido. El fin fue anunciado y pospuesto varias veces.
El tema Nostradamus es, entre todos los de profetas modernos, el más llamativo a mi entender.
El primer punto, su estilo. Las cuartetas que componen sus Centurias son crípticas. Se supone por miedo a la Inquisición. Pero no me parece. Si la Inquisición hubiera tenido conocimiento de la obra, o interés en ella, habría sido indistinto que estuviera cifrada o no. Por mucho menos se condenó a otros. Me permito suponer que la protección de los poderosos es la causa de la supervivencia de las Centurias y de la sobrevida del autor.
Desde el siglo XIX se han estudiado los casos de los llamados psíquicos: personas que manifiestan habilidades para la predicción, la visión a distancia, el mover objetos sin usar las manos o leer las mentes. Dejando de lado los fraudes que los hubo, los hay y los habrá, los informes coinciden en que las capacidades disminuyen con los años hasta en algunos casos desaparecer.
Las profecías de Nostradamus son exactas entre sus contemporáneos. Pero se aventura hacia el futuro lejano. Podríamos creer que él también perdió precisión.
Hay un fenómeno repetitivo que merece mención, pues es capital en el tema de las profecías:
Cuando se dice "Fulano lo predijo" o "Estaba predicho en tal libro" se habla siempre de un hecho anterior a la interpretación de la profecía. Nunca se dice "Esto pasará". Por ejemplo, ahora parece que la caída de las Torres Gemelas también fue prevista por el profeta. Si fue así, me pregunto por qué no se hizo nada por evitarlo siendo que las Centurias se venden en cualquier librería. Si la profecía es tan oscura como para no ser entendida hasta después de concretada, no sirve.
Así yo mismo puedo ser profeta. "En el país del frío la serpiente de metal matará las esperanzas" es una profecía mía que en algún momento se cumplirá: un tren cargado de niños en vacaciones descarrila en algún país del Norte, entre la nieve. O choca un subterráneo en Moscú llevando en él al candidato político que promete la justicia social. O lo que sea que se pueda ajustar a mis palabras, dentro de un año o de cien años. Se encuentra siempre la interpretación luego de concretada la premonición.
Y no podemos dejar de recordar que hay cuartetas falsas, escritas por otros. La más antigua copia de las Centurias ya es dudosa. También hay un "Testamento de Nostradamus".
El profeta puede haber sido exacto o no, su libro puede ser auténtico o adulterado. No discuto la calidad ni la posibilidad de conocer el futuro. Discuto sí la maquinaria del miedo que se sustenta en libros y personas que anunciaron todo tipo de catástrofes, las cuales serían inexorables. Me pregunto por qué no hay vaticinios positivos, por qué nadie anunció la felicidad o el bienestar. Es como si siempre se viera al futuro como algo tenebroso y sin solución alguna.
Nostradamus vivió en Francia, en una época (otra) de conflictos religiosos entre cristianos. Cristianos marcados por los profetas judíos. Y tanto estaban marcados por la videncia del porvenir, que hasta se afirmaba la fe en profetas precristianos: las sibilas. Ni Virgilio se salvó de ser incluido entre los que previeron la llegada de Jesús. Esa manía de pensar que todo estaba predicho y que esa predicción es de espanto continúa.
El cine-industria abona y cosecha de esa extraña costumbre. Digo extraña porque no entiendo bien ese interés de sufrir de antemano, o de sentenciar que iba a pasar porque alguien lo vió venir. Es como si viviéramos una agonía permanente y milenaria, como si el Imperio Romano estuviera aún declinando y como si Jesús continuara aún en la cruz.
La realidad es bien otra. El hecho es que Roma cayó y que Cristo ya no está agonizando. El Imperio no existe más y a Jesús lo sepultaron. Sin embargo "Todo tiempo pasado fue mejor" está instalado en las mentes de aquéllos ávidos de profecías que, como afirmo, son siempre negativas. Una nostalgia de un tiempo fantástico que justifica lógicamente un futuro peor que el presente.
Por todo eso, supongo, se consiguen tantos fáciles consumidores de reiteraciones apocalípticas.
Una curiosidad significativa: En la antigua Unión Soviética, las expresiones culturales eran optimistas. El futuro en la novela, el cuento y el cine era promisorio. La profecía marxista era inversa. El futuro sería magnífico, ya que la Historia tenía otro fatalismo, el del triunfo del obrero y de la igualdad. Aún no ocurrió, como aún no ocurrió el fin del mundo.