domingo, 18 de octubre de 2009

El Taoísmo y la deidad II

Me he atrevido a colocar los comentarios de Laord y de Anónimo como entradas. Valen la pena porque son posiciones críticas pero en un sentido que tal vez sus autores no han percibido.

"Laord dijo...

Respecto al Taoismo, creo que es posible transmutar el término Tao por el más cotidiano "equilibrio", es decir, entender el tao como entidad axiológica antes que como algo metafísico o místico, sin que por esa transmutación pierdan sentido necesariamente los planteamientos manifiestos en los fragmentos publicados en el comentario. Esto efectivamente nos marca una diferencia radical con las nociones de deidad de las religiones occidentales y algunas orientales, pues las deidades del judeocristianismo o el hinduismo, por ejemplo, no pueden ser entendidas sin personificarlas de una u otra forma.

Todo esto sea dicho, aclaro, con toda reserva, pues mi familiaridad con las religiones orientales es escasa, además de que como materialista irredento me resisto a aceptar cualquier forma de misticismo y tiendo en consecuencia a "aterrizar" los conceptos.

Sobre el comentario acerca de la soledad de la distinción, o el ostraicismo como condena a quien se atreva a cambiar... creo que lo importante es la congruencia interna, eso y mantenerse en movimiento, a menudo las soledades y frustraciones se presentan cuando estamos inactivos, aislados en nuestra idea de unicidad, cuando al contrario uno se mueve y se atreve a empujar al ir contra corriente, se termina descubriendo que hay otros que también luchan... y como dijo Bretch, esos son los imprescindibles."

Laord, y que me disculpe, es un materialista irredento taoísta. A sabiendas o no, ha entendido lo que a muchos les cuesta años. Me alegro por ello. Porque el Taoísmo no es una religión del tipo judeo-cristiana-islámica, y para Occidente eso es motivo de malentendidos. Toda doctrina de realización personal es un trabajo solitario aunque se esté acompañado, pues uno mismo y sólo uno mismo puede atravesar sus propias limitaciones.

"Anónimo dijo...

El Taoísmo, como el budismo, como el sufismo, son todos intentos inútiles del pensamiento por alcanzar lo trascendente.
Quien haya escuchado a Krishnamurti sabe de que hablo.
Todo taoísta sigue el Tao, pero ocurre que ese Tao que sigue es solamente su pensamiento, su ideal, con lo cual correrá paralelo siempre a la trascendencia, al Tao, sin llegar a tocarse nunca con él...
El Tao ocurre o no ocurre, pero jamás se le puede invitar, experimentar, pensar, manipular...
Es todo un terrible engaño de proporciones descomunales el que durante décadas nos han intentado vender en occidente (la mayoría de las veces por occidentales.
Un sabio taoísta, un maestro zen, un iluminado sufí, ninguno de ellos ha alcanzado "lo otro", la iluminación, como quieras llamarlo...
Lo único que alcanzaron es aquello que habían intentado encontrar desde el principio: el producto de su propio pensamiento, su ideal...
Pero jamás lo sagrado, lo trascendente, el verdadero Tao, o el brillante nirvana...
Y hay un por qué..., la mente no puede dar con ello, porque "aquello" está más allá de la mente, el cerebro no puede manejarlo, el pensamiento solo puede tocar lo "conocido" y " lo otro" es lo desconocido...
Hablemos claro y alto..., nos han engañado como a chinos (valga el chiste)...
Y cualquier intento de justificar la valía de las técnicas orientales para lograr la iluminación, es tan solo una estratagema de la mente...
Triste, pero es así..."

Anónimo: El Budismo, el Taoísmo y el Sufismo se basan en la práctica. Sin ella, son sólo palabras. La práctica de esas doctrinas prescinde, a la larga, de las palabras. La mente es un medio y también un obstáculo. Se logra la iluminación cuando también se prescinde de la mente. Porque el Yo Interior no es la mente. El Yo usa a la mente como herramienta. Una herramienta que normalmente actúa por sí sola. En el mejor de los casos, el Yo toma el control de la mente y luego la descarta. Ni Anónimo ni yo podemos saber qué ocurre dentro de un iluminado. La iluminación no es transferible. Por eso sólo tenemos acceso a ella lográndola. ¿Puede el escalador compartir sus sensaciones con aquél que se ha quedado al pié de la montaña?