lunes, 28 de diciembre de 2009
Llamativa desaparición
Antes de ir al punto, un comentario: Es por todos sabido que Internet está provista en abundancia de sitios en donde se pueden conseguir libros. Los poseedores legales o no de los "derechos", se encargan de perseguir esos sitios, por si pierden de vender algún ejemplar. Dejaremos las consideraciones sobre esa persecución para otro artículo. Lo lógico o sensato sería que esos poseedores, dada la enorme cantidad de sitios con libros, se centraran en los títulos de más venta para ahorrar energías. Pero no.
Ahora voy al grano: Hoy me entero de que alguien ha censurado la oferta de dos versiones de un mismo libro, de un autor muerto hace unos 70 años, y que seguramente no es un récord de ventas. Se trata de Howard Phillips Lovecraft y el libro es el Necronomicón.
Es uno de mis autores favoritos y el Necronomicón estaba en la lista de libros que comparto con ustedes. Ha sido requerido varias veces.
Se trata de un texto interesante sólo por lo curioso.
Están los que sostienen que es auténtico, y creo que desean que lo sea, y los que de acuerdo con los que mejor conocen el tema afirman que pura invención. Como sea, es interesante sólo para los admiradores del autor y para los que desean adrentarse en el mundo de lo oscuro y cualquier puerta les sirve.
Personalmente, deseo que sea invención. Y también, es bueno decirlo, que nadie crea en su autenticidad.
Y me asombra que haya sido eliminado de la lista de libros que comparto. ¿Puede ser que haya gente interesada en que ese libro no se difunda? ¿Tanto se vende que he perjudicado a alguien económicamente por 20 o 30 "bajadas" del libro? ¿Deberé preguntarle al que susurra en la oscuridad?
Esto sería para Lovecraft un buen punto de partida para uno de sus relatos. Para mí, que no soy él, es un interrogante que me hace asomar una vez más a un mundo extraño, contradictorio.
sábado, 12 de diciembre de 2009
Puse sorpresas, y recibí otra mejor
Los medios de propaganda nos siguen bombardeando con la idea de que los jóvenes son igual a música, aritos, drogas y superficialidad. Y también, cosa significativa, el 80% de la publicidad de esos mismos medios apunta a los mismos jóvenes, queriendo que consuman cualquier porquería.
Y podemos ver que la Humanidad tiene esperanzas con personas como Anahí, que a sus 15 años se ocupa de un blog y en él filosofa.
Véanlo: http://el-mundo-de-anahi.blogspot.com
Y también el excelente http://salvemosalplaneta-lawebdeanahi.blogspot.com
Anahí quiere filosofar y lo hace.
Es decir, aún no tiene edad para la Facultad. Puede en su momento ingresar y terminar la carrera. Puede doctorarse incluso. También puede no hacer nada de eso. Puede terminar hundida en la locura. Puede ocupar el resto de sus días en cuidar una casa y 8 hijos. Puede tantas cosas.
Pero, cosa admirable, se atrevió. En un momento de su corta vida se encendió la chispa sagrada en su ser y eso, lo afirmo, no se apaga jamás. Ella pudo ver esa chispa y siguió su luz pequeña, parpadeante y esquiva.
Hizo lo que hicieron todos aquéllos grandes que posibilitaron que el hombre sea un poco menos cavernícola. ¿Y qué fue lo que hizo? Siguió la luz.
Leámosla para respirar frescura.
Sus comentarios están en las entradas "Inseguridad y lavado de cerebro" y en "Todos somos filósofos".
Gracias a Anahí y a todos ustedes.
miércoles, 9 de diciembre de 2009
Nueva Sección
Se trata de archivos con contenido desconocido, siempre dignos de los lectores de este blog. Dentro de ellos hallarán algo agradable, curioso o por lo menos novedoso.
¿Cómo funciona? Sencillo:
1) Hacer click sobre el título ("Sorpresa 001" o el que gusten).
2) Eso los llevará a la página web "4shared", absolutamente confiable.
3) Allí harán click sobre "Download" y el archivo será descargado donde ustedes indiquen.
4) En la carpeta por ustedes elegida será descargado el archivo. Está libre de virus, pero recomiendo revisar cuanta cosa entre a sus computadoras.
5) Abran la carpeta. Haciendo doble click sobre el archivo, éste se descomprimirá automáticamente, sin más trámite.
6) Se encontrarán con: el archivo sorpresa y un archivo con extensión "txt" que describe un poco la sorpresa. El tercer archivo será el original ("Sorpresa001.exe", por ejemplo) que puede ser borrado sin problemas.
Cualquier duda, consulten a temaukel2002@gmail.com
Verán que la numeración está salteada. Es que quiero alternar los envíos y he creado las sorpresas previa y correlativamente. Las iré subiendo de a poco.
Gracias.
viernes, 27 de noviembre de 2009
Derechos de autor
Historia kafkiana de José Melabajo
El pobre de José Melabajo se tomó la quinta cerveza y se echó a dormir. El estruendo de la puerta volteada lo despertó mal. Tres hombres los estaban mirando muy seriamente. Comenzó el siguiente diálogo:
José Melabajo (en adelante JM): - ¡Lo que me faltaba: soñar con la Gestapo!
- No se haga el gracioso. Somos el FBI. Agente Smith, dijo mostrando la placa tan rápidamente que provocó el aplauso de sus dos ayudantes.
JM: - ¿FBI?
Smith: - Sí, Fundación Bienhechora de la Industria. Usted es un un delincuente y queda detenido.
JM: - ¿Yo qué hice?
Smith: -Ha violado los derechos de autor al descargar ilegalmente el tema "Tengo piojos" de JJ el rappero, crimen contemplado en la Ley de Defensa de la Patria Empresarial.
JM: - Pero si decía "free download".
Smith:- Es verdad.
JM: - Entonces la web cometió el delito.
-Smith: - No, pues en letra bien pequeña aclara que sólo publica los enlaces a las descargas y que no hace depósito de archivos. Tiene derecho a una llamada y todo lo que diga, deje de decir y piense decir será usado en su contra. Vamos.
Y José Melabajo, junto con su PC, es condenado a una multa sideral.
La página web decía claramente "Descárguelo gratis".
En U.S.A. una adolescente tuvo que pagar, si mal no recuerdo, 80.000 U$S de multa. Le convenía comprar la disquería.
En Argentina ya hay 100 enjuiciados por lo mismo: bajar música ilegalmente.
Un músico recibe como regalías por la venta de sus discos el 4% del precio. Si el disco tiene unas 12 canciones, por canción cobra 12 centavos.
Si es argentino y logra vender 100.000 copias, número reservado a muy pocos, logrará 140.000 pesos, es decir, 11.666 pesos mensuales. Es dudoso que pueda sacar más de un disco por año. Si de esos 11.666 pesos descontamos los impuestos, instrumentos, ropa y todos los gastos propios del oficio, entenderemos por qué hasta Sinatra cantó en púbico mientras pudo: el disco sólo es negocio para las discográficas.
En Francia cierran la cuenta de conexión a Internet en la tercera vez que detectan una bajada ilegal. Es decir, están vigilando lo que uno hace.
Dejemos los números.
Tengo en mis manos dos discos: uno argentino y otro italiano.
En letras pequeñas están especificadas todas las prohibiciones que supongo legales. De entre los dos rescato las siguientes:
Préstamo
Ejecución pública
Canje
Préstamo y canje:
Yo compré el disco. Es disco es mío. Puedo quemarlo o romperlo. Si el disco es mío, puedo prestarlo, como presto una lapicera. La famosa propiedad privada es negada por los que la defienden. Un papel me dice que no puedo prestar o canjear algo que es de mi propiedad. Es decir que a mi amigo no le puedo prestar algo porque es ilegal. No conozco otro caso.
Ejecución pública:
Aquí me pierdo. No sé realmente qué entender por ejecución pública. Si es el hacerlo sonar (la reproducción está prohibida también así que tener un reproductor de compactos es delictivo) entre un grupo de personas, entiendo que sólo lo puedo escuchar a solas. El hacerlo en una fiesta sería hacerlo en público.
La duplicación está prohibida y no entiendo para qué venden aparatos que copian discos, si no se puede hacer.
Un muy popular programa de PC, cuyo nombre recuerda a un emperador, ofrece entre otras cosas el poder ripear (convertir un disco de música en archivos mp3), compartir vía Internet esos archivos, gravar archivos MP3 como discos comunes y, por supuesto, copiar CD.
Los músicos, en todo esto, miran de afuera. La verdadera ganancia está en las actuaciones en vivo. El disco, para ellos, no es más que publicidad. El negocio del disco es para los empresarios.
El hombre común está obligado a pagar 35$ por un objeto que cuesta en realidad 2 o 3 $. Ni tiene ningún derecho sobre ese objeto comprado, excepto el de escucharlo casi solo. Si el producto no lo satisface, no hay devolución o reclamo. Si el melómano quiere o necesita alguna grabación que en su zona no se consigue no puede hacer nada. Le ofrecen lo que se vende mucho, lo que el distribuidor le trae.
Hay un disco de música griega antigua. No conozco forma de hallarlo. Las disquerías no saben de qué hablo. Y debo aceptar que escucho lo que los fabricantes quieren que escuche, y que lo que yo quiero escuchar deberé pagarlo a precio de oro, si lo consigo.
Y si una persona tiene la buena voluntad de acercármelo, cometeremos un delito privando al intérprete, si vive, de su 4%.
No puedo hacer con un objeto de mi propiedad lo que mejor considere, no tengo acceso a una manifestación cultural porque a la industria no le parece negocio, no puedo compartir producción musical con otra persona que no tiene acceso a ella.
Demasiadas prohibiciones hacia el conocimiento, el arte, la comunicación, con un solo y exclusivo beneficiario: la Empresa.
domingo, 18 de octubre de 2009
El Taoísmo y la deidad II
- "Laord dijo...
-
Respecto al Taoismo, creo que es posible transmutar el término Tao por el más cotidiano "equilibrio", es decir, entender el tao como entidad axiológica antes que como algo metafísico o místico, sin que por esa transmutación pierdan sentido necesariamente los planteamientos manifiestos en los fragmentos publicados en el comentario. Esto efectivamente nos marca una diferencia radical con las nociones de deidad de las religiones occidentales y algunas orientales, pues las deidades del judeocristianismo o el hinduismo, por ejemplo, no pueden ser entendidas sin personificarlas de una u otra forma.
Todo esto sea dicho, aclaro, con toda reserva, pues mi familiaridad con las religiones orientales es escasa, además de que como materialista irredento me resisto a aceptar cualquier forma de misticismo y tiendo en consecuencia a "aterrizar" los conceptos.
Sobre el comentario acerca de la soledad de la distinción, o el ostraicismo como condena a quien se atreva a cambiar... creo que lo importante es la congruencia interna, eso y mantenerse en movimiento, a menudo las soledades y frustraciones se presentan cuando estamos inactivos, aislados en nuestra idea de unicidad, cuando al contrario uno se mueve y se atreve a empujar al ir contra corriente, se termina descubriendo que hay otros que también luchan... y como dijo Bretch, esos son los imprescindibles."
- "Anónimo dijo...
-
El Taoísmo, como el budismo, como el sufismo, son todos intentos inútiles del pensamiento por alcanzar lo trascendente.
Quien haya escuchado a Krishnamurti sabe de que hablo.
Todo taoísta sigue el Tao, pero ocurre que ese Tao que sigue es solamente su pensamiento, su ideal, con lo cual correrá paralelo siempre a la trascendencia, al Tao, sin llegar a tocarse nunca con él...
El Tao ocurre o no ocurre, pero jamás se le puede invitar, experimentar, pensar, manipular...
Es todo un terrible engaño de proporciones descomunales el que durante décadas nos han intentado vender en occidente (la mayoría de las veces por occidentales.
Un sabio taoísta, un maestro zen, un iluminado sufí, ninguno de ellos ha alcanzado "lo otro", la iluminación, como quieras llamarlo...
Lo único que alcanzaron es aquello que habían intentado encontrar desde el principio: el producto de su propio pensamiento, su ideal...
Pero jamás lo sagrado, lo trascendente, el verdadero Tao, o el brillante nirvana...
Y hay un por qué..., la mente no puede dar con ello, porque "aquello" está más allá de la mente, el cerebro no puede manejarlo, el pensamiento solo puede tocar lo "conocido" y " lo otro" es lo desconocido...
Hablemos claro y alto..., nos han engañado como a chinos (valga el chiste)...
Y cualquier intento de justificar la valía de las técnicas orientales para lograr la iluminación, es tan solo una estratagema de la mente...
Triste, pero es así..."
jueves, 6 de agosto de 2009
¿NOTASTE QUÉ TRISTE QUE ESTÁ...?
Hoy me encuentro enferma, porque sus hermanos, unos pocos, no me cuidaron y estoy infectada de un virus que se desparrama por toda mi estructura. Espero que me ayuden a curarme, no quiero perder más hijos.
Sé que algunos de mis hijos pueden hacer un cambio por mi. A ellos les pido que por favor no me dejen, que confíen, que tengan fe, que ésto cambiará...¡para ésto necesito de ustedes!.
Hijos míos necesito de su participación, no sé cuánto tiempo más pueda soportar ésto. Si bien no pasé por una bomba atómica...les juro que hoy estoy más destruída que muchas colegas que lo pasaron...¡Y desde ustedes, hijos míos, comienza el cambio para que yo pueda estar mejor!.
No quiero que vivan de rencores. Si ven que me roban, sólo denuncien; para eso están las leyes que sus hermanos crearon. Y si las tienen que modificar...aporten, no se queden cruzados de brazos.
No recuerdo mi última alegría. Creo que fue por el 78 o el 86, no lo recuerdo. Quiero mirar para adelante, quiero creer que alguno de ustedes logrará ese cambio que necesito, ¡porque así no podemos seguir!. Tienen la inteligencia y la capacidad para poder sacarme adelante. ¡Recuerden que tengo toda la poca fe que me queda depositada en ustedes!.
Bueno hijitos, los voy despidiendo, ya que es de noche, sus hermanos duermen y espero pronto estar mejor. Sólo quería que supieran mi inquietud, que no estoy bien ¡y que de ustedes depende que yo esté mejor.
Me despido esperanzada.
¡LA ARGENTINA!
Reflexión de LUCIANO SOSA.
lunes, 13 de julio de 2009
Las elecciones argentinas del 28 de junio de 2009
Las causas de que el elector haya optado por personajes tan poco calificados es el segundo dato de esta realidad irreal.
El primer punto, un partido político enfrentado a sí mismo, tiene una explicación: la falta de elecciones internas. Y no sólo en el Partido Justicialista: en todos los partidos con alguna representación nacional.
El vicio de la dedocracia campea triunfante. Vaciados de ideología, plataforma, propuesta, el político no tiene manera de atraer al afiliado por la idea. El afiliado, ente brumoso ya que los padrones partidarios son bolsas de nombres fantásticos, no participa de nada. Personalmente quise afiliarme al Partido Socialista y no pude. Uno cree que cualquier partido, máxime cuando es minoritario, debería estar ávido de afiliados. Pues parece que en este caso, no. Tres veces fui y tres veces no pude. Como tres es el máximo de veces que insisto en algo, abandoné el intento. Aún me pregunto qué le pasa al Partido Socialista. Tal vez, como tantos, se haya convertido en un sello de goma detrás del cual se refugian cuatro o cinco personas que disfrutan de ver sus nombres en letras de molde. Pasa en casi todos. Vemos candidatos y voceros que no sabemos de dónde han salido ni quiénes los eligieron. Esa forma de perpetuarse debe ser la única con que cuentan para estar toda la vida en la cima de sus propias columnas sin temer a la competencia.
Las elecciones internas dejaría al descubierto un hecho ominoso: La escasa cantidad de votos demostrando que los padrones partidarios están desactualizados, que las personas que figuran allí ni recuerdan haberse afiliado alguna vez. Por eso no hay líderes: Hay caudillos. Muchos de ellos se pasan de un bando al otro periódicamente.
La agrupación que más votos cosecha en la Argentina es el Partido Justicialista. Hace años que no hace elecciones internas. O mejor dicho, las hace en las elecciones generales. Semejante confusión mental se traduce en un desgaste estéril. El ciudadano participa de una elección interna al votar a un legislador o a un gobernante. El ansia de poder hacer perder el poder. Y todo por no querer enfrentar dignamente al oponente que todo político tiene dentro de su propio partido. Así derivan una tarea interna al Estado todo, que debe hacerse cargo de la inoperancia de los particulares. Es decir, el Estado bobo tan deseado por el neoliberalismo está más bobo aún.
Vemos entonces que la corriente interna del partido que gobierna se enfrenta a otra corriente interna de ese mismo partido. Y a su vez se enfrenta a otras corrientes internas de otros partidos.
La oposición da lástima. Como dije y sostengo, los antecedentes de los candidatos no satisfacen un aviso en el diario. Sospechas fundadas en denuncias penales de contactos con el narcotráfico, enriquecimiento súbito, contrabando, relaciones oscuras con sectores plutocráticos nacionales y extranjeros, problemas psíquicos, terrorismo verbal. Sumemos a ello, como si fuera poco, un discurso hueco, basado en slogans y además errático. Para colmo, proponiendo temas anacrónicos y probadamente negativos, como volver a los "préstamos" del FMI. Y ganan. Cómo ganan, este es el tema creo más grave:
Tenemos en esta últimas elecciones en la República Argentina la prueba más clara de que los medios de difusión han degenerado en medios de propaganda. Lo probó Orson Welles en "El ciudadano" que le costó contratiempos en el resto de su carrera. Lo que parecía algo propio de una novela de intrigas se reveló con toda la brutalidad posible. Los medios se han dedicado en los últimos 2 años a mostrar que todo está mal y que nada está bien. Toda medida del Gobierno es negativa. Y si es palmariamente positiva, se la ignora. Una población pegada al televisor desde su nacimiento, convencida por un minucioso lavado de cerebro de que la realidad es lo que aparece en un rectángulo de vidrio, compra un candidato como compra jabón en polvo. Hasta tenemos un candidato dueño de un canal de TV y socio de diarios y revistas, al mejor estilo Italia. El candidato lo sabe. Sabe muy bien que con los medios de su lado, gana. Sólo es cuestión de aparecer en el rectángulo de vidrio diciendo cualquier cosa o haciendo de payaso, para convertirse en el salvador de la Patria o en el abanderado de la decencia. El espectador olvidará los antecedentes, así como olvida que la vedette de tercera que hoy se pelea con un empresario mafioso ya lo hizo varias veces antes y se reconcilió otras tantas. El devenir histórico se reduce a un presente espasmódico. Es como en "1984", de George Orwell, en donde el Ministerio de la Verdad rehacía la Historia a diario, de acuerdo a la conveniencia del poder.
Los que, como yo, hemos nacido sin televisor, tenemos aún la memoria celular, última reserva de cordura. De los libros pasamos al televisor y podemos volver. Lo que ocurre con aquéllos que nunca salieron de la TV, no lo puedo saber. Sólo espero que la herencia o el hartazgo les ayude a ver las cosas por sí mismos. El mundo entero está preso de la imagen y del sonido, no del que nos rodea, sino del que sale de algún aparato, cada vez más pequeños y portátiles.
Cuando Morfeo nos dé a elegir entre la cápsula roja o la cápsula azul, ¿cuál elegiremos?.
viernes, 19 de junio de 2009
Boosterblog
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Un blog que ofrece servicios y enlaces
lunes, 11 de mayo de 2009
El elector-espectador
Faltando poco para las elecciones, ese partido político, en franca decadencia, no es capaz de informar acerca de dónde afiliarse.
Ante tal rareza me surgió la imagen del elector-espectador.
En los últimos 40 años hemos pasado del fervor al entusiasmo, del entusiasmo al interés, del interés a la apatía, de la apatía al rechazo.
El elector no elige más.
Desde el momento en que no puede elegir dentro de su propio partido, ya que el partido no hace elecciones internas, ¿qué elige?. Nada. Opta dentro de una oferta más parecida cada día a la programación televisiva.
Un grupo de gerentes determina qué se va a ofrecer al gran público y éste sintoniza alguno de los 5 canales de que dispone. Simplemente vé televisión así como simplemente vota: "Esto es lo que hay y se acabó". Se parece demasiado a esas cadenas de comederos en donde uno opta entre distintos refritos, pero siempre refritos.
El elector es espectador.
Las pintadas de los partidarios son ahora trabajo de empresas más o menos lícitas.
No se le ofrece al votante la "plataforma del partido", el "proyecto" o el "programa de gobierno", así como no se le ofrece al espectador el libreto de la telecomedia.
Los actores políticos, como los actores del espectáculo, se designan a puertas cerradas. Las peleas por el lugar en la lista es la pelea por el tamaño del cartel.
Las propuestas semejan a esas otras que dicen "un programa divertido..." sin más datos que un montón de palabras vagas.
Como las vedettes de tercera, los antecedentes personales pasan a segundo plano y se destacan los defectos del adversario. Luego se abrazan y se amigan, para después volver a pelear por el cartel.
El ciudadano de a pié no es consultado para nada, como tampoco se le consulta sobre el contenido del programa. No hace falta: Así como existe el rating, existen las encuestas. Números que no nos representan como individuos, sino como masa.
Uno anda por la calle y se vé algún afiche anodino, alguna pintada profesional y nada más. Y asombra que los "líderes" que afirman representar a millones, no consiguen fiscales de mesa. Pero si son grupúsculos, a veces con menos protagonistas que una telenovela.
El paso siguiente es implantar el voto voluntario y entonces estaremos al borde del suicidio como república.
domingo, 10 de mayo de 2009
SUPLANTACIÓN DE IDENTIDAD
1- tr.Falsificar un escrito con palabras o cláusulas que alteren el sentido que antes tenía.
2-tr. Ocupar con malas artes el lugar de alguien, defraudándole el derecho, empleo o favor que disfrutaba. ( del latín supplantare).
Nunca más fiel definición que la segunda cuando hablo de suplantación de la identidad. He sido suplantada y voy a relatar mis sentimientos a través de esta defraudación. Perteneciendo a un foro de preguntas y respuestas, en el cual participás con honestidad, ya que no tiene sentido "vender" lo que uno no es, sino aportar lo que uno realmente es; donar tus conocimientos, tus posturas ante los acontecimientos de la vida, tu amistad, tu sentido común ante problemas colectivos; lo que menos esperás es que alguien abuse de tu persona, clone tu avatar y tu nombre y comience a destruír tu imágen, a falsificar todo tu ser.
Comunmente me encuentro con opiniones contrarias a las mías, algunas con respeto, otras no. Me encuentro con eliminación injusta de mis preguntas. Pero jamás esperé ser clonada. En un principio sentí la impotencia cobrando vida, mi corazón latiendo a mil, reaccionando en contra. Mi familia, que generalmente comparte la mayor parte del día conmigo, mirándome intrigada. Visualizando mi bronca al decir:-"¡No puede ser!" y comenzar a escribir a mil en el teclado para encontrar a mi clon, leer lo que estaba injuriando sobre mí misma o a otras personas que comparten ese foro conmigo hace casi un año. La conexión con internet lenta. La máquina que está haciendo "actualizaciones" y casi no responde al teclado. Mi esposo gritándome para que me calme, vuelva a reiniciar y sin entender qué ocurre. No le puedo explicar, porque influiría en mi foro personal. Me diría: -"Si este foro te hace daño y reaccionás de esta manera, basta, no entrés más"-. Y nada de eso lo quise sentir en ese momento.
Luego la injusticia de sentir que no hay razón para ser clonada. Siempre fui muy respetuosa con mis preguntas y respuestas, jamás agredí a nadie en el foro ya que no conllevaba esa intención al participar y no era mi objetivo. Simplemente vivía defendiendo las posturas de las personas que eran eliminadas injustamente y con honestidad decía mi verdad de reportar algo que no debía pasar. Un gran amigo me pide ayuda. Se la doy con alma y vida. Sabía que él sí era perseguido por su inteligencia y sagacidad. Me jugué por él con una pregunta que me requirió hiciera en su ayuda. No tuvo nada de falta de respeto, al contrario. Era un interrogante a favor de las normas de ese foro, a favor de las leyes de ese foro y de la justicia.
Descubro con el transcurso de los días mucha gente que se solidariza con mi caso. Intento avisar que tengo un clon, que no le respondan, que los que me conocen saben cuál es mi nivel de intelecto y mi forma de pensar. Se unen en mi defensa...tres...sólo tres amigos. De las 54 personas que conforman mi red de amigos...tres...sólo tres.
Los contactos comienzan a apartarse. Cada vez estoy más sola. ¿Conclusión?: MIEDO, miedo a ser clonados ellos también. Miedo a ser clonados al ser parte de mi red. Comienza la desilusión y la desconfianza. Empiezo a proteger a todos los que son mis contactos y los voy eliminando uno a uno. Los quito de mi red para que no los puedan tocar. Queda mi avatar solo. Me retiro. Me siento fracasada, aniquilada por un foro virtual, sí...¡virtual!. No puede ser que un foro tenga tanto poder sobre mí.
La realidad es que uno pone toda su persona y sus energías en un foro, ya que comparte a diario opiniones con otras personas que son de carne y hueso. La realidad es que se producen sentimientos a través de una pantalla y un teclado. Si una película dramática nos hace llorar, imagínense el contacto diario, aunque sea virtual con los demás. Se genera un sentimiento de cariño, amistad, amor hacia los que están del otro lado. Sus problemas te preocupan, sus alegrías te alegran. Se crea una especie de familia del otro lado del espejo. De repente perdés todo. Perdí la confianza. Perdí la fe en las personas, ya que tampoco sabía quién me había clonado. No sabía si estaba entre mis contactos, si era mi mejor amigo o amiga.
Es tremendo lo que genera una suplantación de la identidad. El tiempo ayuda y te fortalece, te enfría y podés volver, seguir por los que realmente valen la pena. Recuerden, sólo tres. Más que sabias palabras: "los amigos se cuentan con los dedos de una mano", y a veces sobran.
Decidí ser menos pasional. Aprendí a valorar lo verdadero. Pero también espero recuperar la fe en las personas, porsupuesto aquellas que lo merezcan. Me volví selectiva, cuando no lo era. Me volví escéptica sobre todo lo que escriben los demás. Lo que lamento es que enfriaron un poco mi fuego interior, mi espontaneidad, mi sociabilidad. Tendré que trabajar sobre eso.
Lo único seguro es que la caridad, de ahora en más comienza por casa y que nunca más voy a tirar perlas a los chanchos, como dictan las palabras de Jehoshua en la Biblia católica. También mi más profundo deseo es que la suplantación de la identidad no se convierta en un deporte, para que a ninguno de ustedes, por lo menos a los que están leyendo les ocurra. Todos estamos curtidos de desengaños, pero cuando ocurre que alguien está haciéndose pasar por vos y con maldad e injuria, es una de las peores traiciones, acompañada del anonimato. Y mucho más que antes voy a valorar y a jugármelas tantas veces sea necesario por esas tres personas que se mantuvieron a mi lado con entereza, sin importarles lo que les pudiera pasar. Por ellos sigo adelante, por ellos volvía al foro y seguiré estando siempre con mi mano extendida y mi corazón abierto. Valen más que 54.
domingo, 26 de abril de 2009
La guerra actual
Hace más de 20 años que todos esos conceptos se han esfumado. Todo es internacional y más: es global. El derrumbre del último imperio, los Estados Unidos de América, no es más que el resultado de la guerra no ya entre naciones, si no entre grupos de poder anónimos. La guerra actual es entre clases sociales, con el discurso de que las clases sociales son cosa del pasado. Ni siquiera se habla de clases sociales. Cualquiera puede alcanzar la prosperidad económica estudiando alguna profesión, orando, motivándose, siendo positivo, inventando algún recurso de Internet, dedicándose al espectáculo, haciéndose famoso o ganando algún torneo deportivo. Muchos hicieron su agosto impartiendo seminarios sobre "Las nuevas oportunidades que ofrece la globalización". Se ven. Es el nuevo mito de "sólo hay que proponérselo".
La realidad es bien distinta.
La miseria y la degradación avanzan día tras día.
Lo extraño es que en un estadio de desarrollo tecnológico como el actual, en el que todo sobra, haya tantos que tienen cada vez menos.
La visión integradora de los orientales entendía la guerra como una actividad en la que el uso de las armas era sólo un componente más. Si Japón no hubiese querido imitar tanto a Occidente, habría ganado la Segunda Guerra.
El Poder aprendió de Oriente el concepto de guerra integral y de Occidente las técnicas psicológicas estructuradas y metódicas. La tecnología de las comunicaciones le dió la herramienta más poderosa: la transmisión a distancia de imágen y sonido.
El ciudadano común, nosotros, asiste a centros de estudio cada vez más huecos, con una formación sin cimientos. Cada año se obtienen títulos más falsos que los del año anterior.
Los medios de difusión masiva son máquinas de adormecer, son opio electrónico. Encontrar contenidos de calidad es un milagro. Hoy resulta increíble, pero yo vi Hamlet por televisión. Claro que hace unos 40 años. Y con una programación así, los canales no quebraron: aún están.
Con la radio es peor porque la cantidad de emisoras es enorme, aunque parece haber 4 o 5 por la uniformidad de sus contenidos.
El que tiene con qué, no puede porque no sabe. El que no tiene con qué, no puede porque no sabe y porque además no accede.
Parece ser que hoy en día hemos llegado al triunfo sobre los totalitarismos implantando otro: el de la información. Una recorrida por diarios, canales y radios nos ofrece una imagen uniforme del Mundo.
El cuco de la época de la Guerra Fría se hizo real: la uniformidad de la información.
Las noticias son idénticas y hasta tratadas con las mismas palabras. No hay debate. Recuerdo los debates televisados de los años '70, antes de la dictadura claro. Vemos hoy programas en donde hay una idea única, un libreto que hay que seguir. Si el entrevistado no entra en el molde es vapuleado. El entrevistador no muestra el pensamiento del participante, muestra el suyo o el de sus patrones, que son iguales.
La opinión ya no cuenta, cuenta el discurso. La frontera entre la realidad y la ficción no existe más.
Las voces discordantes no existen, o son convocadas para degradarlas. La historia de un personaje público es su condena: lo que dijo alguna vez hace 20 años es elemento suficiente para descalificar toda una vida, como si las personas no cambiaran de parecer nunca. El entrevistado se enfrenta a una máquina monstruosa: decenas de personas se han dedicado a revisar miles de horas de grabación, fotos, reportajes, han filtrado todo eso y armado una carpeta con todo lo negativo de su vida. Negativo según el molde que se quiere imponer.
La guerra actual está ahí: es entre la clase social que detenta los medios de difusión y la clase social que apenas puede apelar a la memoria, moldeada la mayoría de las veces por esos mismos medios.
la literatura nos ofrece un modelo perfecto en 1984, de Orwell. En ella, el Ministerio de la Verdad reconstruye la Historia permanentemente, con el sencillo método de acomodar los datos a la conveniencia del Poder. Hoy no hace falta un Ministerio de la Verdad. Están los multimedios, telarañas laberínticas de empresas con propietarios difusos. Son pocos los que pueden armar esos rompecabezas de subsidiarias, testaferros, sociedades fantasma, complicidades. Y para colmo, cuando se logra armar, no llega al gran público por la simple razón de que es rehén de esos mismos multimedios.
El caso de Orson Welles es clásico: el ser joven, genial, culto y rebelde lo llevó a penar por cada película, a no encontrar financiación, a pagar muchas de sus obras con lo que ganaba como actor en películas de segunda.
El discurso único es el arma más poderosa de todos los tiempos: no duele, no rompe, nos alegra comprar los aparatos que lo difunden. Ya nos llega hasta en la calle con teléfonos celulares que son televisores y radios.
Si usamos Yahoo tenemos las noticias del diario La Nación que nos dice que todo está mal.
El mensaje único es "miedo". Se impone el miedo, sentimiento primario que se va decantando en nuestras mentes hasta dejarnos inmóviles: según el país, será el dengue, la inseguridad, el terrorismo, los extranjeros, la crisis financiera, los piratas, el desempleo, las drogas ilegales, los narcotraficantes, el no consumir productos mágicos, la gordura, la flacura, la contaminación. En fin, cada día se inventa un motivo nuevo para hacernos creer que el apocalipsis está a la vuelta de la esquina, y al mismo tiempo que el apocalipsis se evita haciendo tal o cual cosa.
La guerra actual es la guerra de Sun-Tzú, en la que se ganaba sin entrar en batalla: dominando la psiquis del adversario.
miércoles, 15 de abril de 2009
La ignorancia, mala aliada de la libertad
Por Beatriz Sarlo
Es posible equivocarse mucho en nombre de la Libertad. ¿Descartar enseñanzas por áridas o reglas por remotas no es, acaso, un clásico pecado de juventud?
Hace poco leía que, de chico, el tenista español David Ferrer trataba de escaparle a los entrenamientos. Cuando lo descubrían, lo encerraban con llave en una habitación cercana a las canchas. El método tenía una ferocidad poco recomendable, que sólo un temperamento de hierro como el que demostró Ferrer pudo soportar sin odiar el tenis para siempre. El duro castigo evoca los de un famosísimo personaje de Landrú, el carnicero Cateura, que molía a golpes a su hijo para que aprendiera latín, lengua que le parecía indispensable para el ejercicio exitoso de la venta de carne al minoreo. Los textos de Cateura eran desopilantes; la violencia del padre, cuya pasión pedagógica consistía en "propinar" patadas y codazos a su hijo, tenía un tono entre caricaturesco y surrealista.
La obsesión disparatada de Cateura entusiasmaba a sus lectores jóvenes que, como yo, creíamos (incluso antes de haber leído a Michel Foucault) que cualquier orden era una violencia. Cuando ingresé a la universidad, descubrí que, además de las cuestiones que me interesaban, tenía que aprender lenguas clásicas. Tal como el hijo del carnicero Cateura. Todavía hoy recuerdo la primera clase de griego.
El profesor era extraordinario y también extraordinariamente simpático, vestido de traje azul y chaleco cruzado por la cadena del reloj. Hablaba un castellano perfecto con un acento alemán que hacía resonar las consonantes, sin que la frase perdiera musicalidad ni cadencia. Su primera clase sobre el origen de las letras del alfabeto griego produjo una especie de encantamiento, un relato de tiempos remotos contado con la perspectiva de las investigaciones contemporáneas. El profesor nos prometió que "su método" no obligaba a tediosas memorizaciones y que, además, íbamos a leer Antígona, una de las grandes tragedias de toda la literatura, que años después tendría vigencia simbólica en la Argentina, cuando las madres y familiares de desaparecidos buscaran el cuerpo sin tumba de sus hijos, de sus compañeros, de sus hermanos.
Con todas esas promesas, parecía inevitable que yo me pusiera a estudiar griego y contemplara el año y medio siguiente como una oportunidad que no había que dejar pasar. Sin embargo, salí de esa primera clase decidida a hacer lo menos posible, encarar los tres cursos estudiando lo justo y dedicar mi tiempo a otra cosa. No recuerdo hoy qué era esa "otra cosa". Algunos compañeros más sensibles que yo estudiaron griego; otros, simplemente, no tomaron la brutal resolución de hacer todo lo posible para no aprenderlo. Yo, en cambio, combinando dosis similares de ignorancia y cinismo, resolví que, como sabía ya un poco de latín, no necesitaba emplear más fuerzas en las lenguas clásicas.
Nadie trató de persuadirme de lo contrario; nadie me indicó lo que yo, que me creía vivísima, no me daba cuenta. En aquellos años sesenta, cuando cursé la universidad, la opinión de alguien que fuera diez años mayor me parecía completamente descalificable por ese único motivo. No existía la idea de "maestro". Por lo tanto, permanecí ajena al griego. Pueden creerme que hace varias décadas que estoy arrepentida, pero la comprensión del error llegó demasiado tarde. Lo más salvaje de mi resolución adversa al griego no fue haberla tomado en libertad (la libertad de equivocarse siempre es buena), sino la ignorancia con que ejercí mi derecho a la resistencia y la soledad que me rodeaba al ejercerlo. Hacía lo que quería y, como dice el refrán, "calavera no chilla".
Recuerdo esta torpeza cometida en la universidad cuando escucho o leo que hay que enseñar cosas que a los chicos les interesen. Si así hubiera sido, en la escuela secundaria jamás habría aprendido geografía, ni qué es un logaritmo, ni análisis sintáctico complejo, ni cuáles son los pasos de una demostración matemática. Afortunadamente, en mis años de secundario todavía no regía el interés como ley pedagógica con valor constitucional, y algunas cosas me vi obligada a aceptar para evitar males mayores. Pero, llegada a la universidad, la prioridad suprema del interés personal y el régimen más o menos libre de estudio me convirtieron en una turista que, años después de recibido el título, debió sentarse a estudiar o resignarse a que nunca más sabría nada sobre temas que, ya un poco tarde, no me parecían tan ajenos a mis inclinaciones principales.
Entre lo mucho que no quise aprender en la universidad está casi toda la literatura anterior al siglo XVIII. Como si las cosas nacieran de un repollo, consideraba (con tanto desconocimiento como autosuficiencia) que sólo me interesaba lo que había comenzado a suceder después de la Revolución Francesa. Lo anterior era una selva brumosa e intrincada que sólo visitaba guiada por los gustos más casuales y la arbitrariedad ejercida como derecho: había leído bien las tragedias de Racine pero muy mal a Calderón y Lope de Vega; conocía apenas el Quijote, hasta que me di cuenta de que no podía seguir chapoteando en una distracción de ese tamaño. Exhibía los agujeros de mi formación literaria como si fueran medallas ganadas en un combate contra el autoritarismo.
Este artículo fue gentilmente autorizado por la autora.
lunes, 13 de abril de 2009
Yo me discrimino
Si vemos a una persona muy alta, nos llama la atención. Es persona es muy alta entre nosotros, entre los seres comunes de nuestro acostumbrado ámbito vital. En otro lugar, esa persona tan alta no llamaría la atención de nadie, por el simple hecho de que allí, todos miden más o menos lo mismo.
En nuestra sociedad, sería insólito que un grupo de personas señalara, mofándose, su altura. No lo sería tanto si fuera muy baja. Sería el enano, objeto de mofa en determinadas circunstancias. Y se sentirían bien con la burla, el insulto o el golpe, parientes entre sí, aquéllos que creen que unos centímetros más de altura son una virtud, y que son mejores por ello. Y cuántos son los centímetros necesarios no es cuestión de duda: más que los del enano. Entonces podríamos ver, hipotéticamente, a un grupo de incapaces reírse de Napoleón Bonaparte. Claro que la burla terminaría al saber que están frente al Emperador de Francia, con gran poder en sus manos. La risa se tranformaría en sumisión.
Discriminamos al débil.
Mientras la víctima está sola, el grupo es pequeño, no posee dinero, nos apoya el consenso, la fuerza pública, el aparato legal, el poder mediático, somos mejores, merecemos más. El otro es ínfimo, molesta su presencia, es sospechoso automático y origen de todos los males si podemos.
Al decir que el otro es diferente, me convierto en diferente yo también. Soy diferente a ese objeto de rechazo.
El cartonero ensucia con su sola presencia y hasta hay quien habla de matarlo y nadie lo acusa de apología del crimen. Tiene el consenso social para expresar barbaridades.
Soy diferente al diferente y me discrimino discriminando.
Si mi grupo social, mi color o mi bolsillo me hacen diferente, estoy aceptando que hay otro grupo social, color o bolsillo que hace diferente a otros. Y no tomo en cuenta que ese otro grupo me puede estar mirando como inferior.
Desde el momento en que nadie está absolutamente abajo o absolutamente arriba de nadie, siempre estamos entre dos escalas sociales. Entonces si acepto discriminar al de "abajo", estoy aceptando esa misma actitud de los de "arriba". Si no podemos rechazar la discriminación por la elevación de nuestras conciencias, por lo menos hagámoslo por conveniencia.
Un caso llamativo es el de los boliches: una larga fila en la puerta, esperando pacientemente que unos señores, sin otro mérito que el tamaño de sus músculos, determine si soy digno de entrar o no. Aunque pago la entrada, aunque adentro me venderán cuanto tóxico exista a precios caros, aunque luego pierda parte de mi capacidad auditiva. Me someteré a la humillación, con la esperanza de ser aceptado aunque termine medio enfermo. Eso sí, lamentaré luego la paliza recibida de cuatro descerebrados, si puedo.
Habré elegido todo eso para sentir que yo puedo entrar y "esos", no.
viernes, 20 de marzo de 2009
Inseguridad y lavado de cerebro
La inseguridad de moda y el lavado de cerebro no, cosa del pasado y de la época de las películas que nos mostraban a malvados comunistas.
Los medios de comunicación, convertidos desde los años '70 en órganos de publicidad y propaganda, imponen temas. Generalmente son períodos de 15 días en que un asunto está vigente: narcotraficantes, violaciones, raptos, robos a bancos, enfermedades, etc. Uno termina suponiendo que esos fenómenos ocurren por rachas, si debe creer en la veracidad de lo que se muestra. Ahora bien, con sólo observar se sabe que esos males son permanentes, en mayor o menor número y en todas partes del mundo. No son series de delitos iguales por períodos de tiempo determinados. Suponer lo contrario es creer que en un día prefijado, todos los secuestradores se ponen de acuerdo y salen a raptar gente, y que otro día deciden, juntos, detenerse. La noticia, a partir de esa observación, se transforma a los ojos del observador en un producto a la venta. Hay un stock de robos y se coloca en la vidriera. Luego otro y así.
La vehemencia con que se repite durante el día la escena del mismo delito y durante varias jornadas, unida a que la tesitura es la misma en casi todos los medios resulta por lo menos sospechosa. Es la tan temida uniformidad de la información.
La filosofía debe tener una visión integradora, de lo contrario se pierde en los detalles y se transforma en simple opinión acerca de un hecho aislado.
Como decía, tanta insistencia sobre un aspecto específico de la actividad humana es muy similar al modus operandi de la publicidad: la repetición. Se repite un tema hasta que se graba en la mente del cliente potencial.
Pueden ser los piojos, la constipación, el calor, el pelo o lo que sea, incluyendo a los actos humanos, generalmente los negativos.
El tratar de la misma manera una violación y un desodorante, saturando la atmósfera mental con repeticiones de palabras e imágenes, nos indica que ambos objetos (delito y producto industrial), son impuestos en la sociedad con el mismo sistema.
La inseguridad es uno de esos objetos. Desde el comienzo, se observa que la misma palabra está mal empleada.
La seguridad, opuesta a la inseguridad, y que se muestra como el objeto deseado, es una fantasía, una ilusión.
La seguridad no existe en la vida real, desde el momento en que nada ni nadie está libre del imprevisto; desde una lluvia que impide una salida, hasta la misma muerte, que puede llegar en cualquier instante.
Desde el Titanic, considerado insumergible, hasta la Apolo 13 con miles de técnicos a su alrededor, citando apenas dos casos famosos.
Y lo cotidiano, con miles de detalles que a diario nos muestran palmariamente que no podemos prever nada. Lo contrario nos convertiría en adivinos.
La palabra correcta, a mi entender, es delito. Pero se insiste sobre "inseguridad". Los opinadores, los manifestantes, los políticos, las vedettes, todos hablan del tema como expertos, penetrando hora a hora al espectador.
La palabra delito no se usa tanto. La razón puede ser esta:
Delito abarca la totalidad de las violaciones de la ley. Entonces el mensaje incluiría a empresarios que pagan en negro, a evasores de impuestos, a funcionarios que no cumplen su juramento, a jueces a sueldo, y hasta a todos los ciudadanos que por acción u omisión no cumplen la ley fundamental: la Constitución Nacional.
Entonces surge en mi mente la imagen del lavado de cerebro, necesario únicamente cuando se pretende imponer una idea falsa, no comprobable por la experiencia. Desde la sensación de que con sólo salir a la calle uno muere asesinado, hasta la necesidad de tomar todos los días unos frasquitos con un líquido blanco para no enfermarse.
La técnica en ambos casos demasidado parecida: repetir y repetir una palabra, una imagen, una idea, hasta que la mente la graba. Y luego, de ser necesario, se refuerza periódicamente la dosis. El hombre, habituado desde su nacimiento a considerar todo lo que vea en una pantalla como real, es un sujeto propicio. Hasta la víctima de un delito parece un actor, relatando con todo detalle lo sufrido, muchas veces con una frialdad que parece irreal.
Y creo que el asunto está allí: debemos mantener lo irreal como tal. Para ello, no queda otra cosa que estar atento y tener una visión crítica.